
Como parte de mi primer proyecto documental en China visité esta Milonga de la mano de un enamorado del Tango, mi amigo, Gaviota Ou. En mi documental quería ante todo ver de qué modo el proceso chino de Apertura nos había acercado culturalmente. Me sorprendí primero por el vértigo del cambio, por la forma en que se despliega un presente donde todo es posible y donde convergen y conviven como en un caleidoscopio múltiples pasados y futuros, infinidad de miradas y hay lugar para vivir sueños y pasiones con un entusiasmo propio del niño cuando descubre el mundo. De la mano de Gaviota, o debería decir con sus alas, atravesé un umbral, esperando simplemente ver de qué modo el Tango era adoptado por los chinos. Para mi sorpresa, me encontré atravesando un espejo, visitando un pasado lejano, siendo parte de un mundo habitado por imágenes soñadas. Cómo si se tratase de una ficción que podemos habitar. Piglia escribe en Formas Breves: “la lectura es el arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos ajenos”. Una milonga en Beijing es así brutal y extrañamente conocida y lejana. Un viaje a un pasado al cual, como a ellos (y al decir de Piglia), se me ha dado en construir con memorias prestadas. Nunca tan claramente queda ante mis ojos como El Tango permite nuestro encuentro, porque no es sólo danza, música, poesía, sino el arte de construir el deseo. Colgados en un abrazo. Gaviota los siente así y me dice: Los tangos son tristes, melancólicos, sensuales. Los bailarines chinos, aunque no entiendan la letra pueden captarlo a través de la melodía, de la música, de abrazar, de caminar y así disfrutar el tango.


Chang Ge
cuando bailo el tango es cómo salir de mi vida cotidiana y entrar en otro personaje con otra identidad.
Gaviota Ou
El tango es una cultura muy abierta para bailarlo solo se necesita tener un corazón de tanguero, con eso ya es suficiente. No hace falta ni bailar ni cantar bien.





